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Mäeve

Actualizado: 30 may 2019

Hace unos días, me uní al #OCChallengeMX, un reto en el que, cada quince días, y durante un año, realizaremos ejercicios para el desarrollo de personajes, ya sea para narrativa escrita o visual. Aunque yo estoy desarrollando varios al mismo tiempo, solamente puedo hacer público uno de ellos. Y sin más preámbulos, aquí está.

Un día, Mäeve se preguntó de qué servía tener tanto conocimiento, hablar tantos idiomas, conocer tanto del pasado y poseer una mente superada en agudeza y agilidad sólo por sus propias palabras, si siempre estaba encerrada en su cómoda casona.


Era verdad que la vida burguesa del cuarto anillo de Vihza le proporcionaba tranquilidad, pero ésta resultaba cada día, y de forma irónica, más y más inquietante. Por eso, fué casi como una terrible bendición el día que su casa fue destruída por las huestes del gigante nigromante, mientras ella ayudaba como podía a defender la ciudad-puerto del ataque de los no muertos.


Tal vez, y sólo tal vez, sus habilidades con la piromancia y la magia en general, la estaban empujando a buscar más. Y es que ¿no se lo había preguntado toda su vida? ¿Hay algo más? ¿Algo más que opulencia y pretensión? ¿Algo más que superficiales amistades y el-que-dirán? ¿Algo más que cómoda soledad? ¿Una forma de darle uso y sentido a tanto conocimiento y poder?


Y era bastante extraño que Mäeve, siendo el tipo de persona que era, de esas que te pueden convertir en rana solo por diversión, jamás hubiera tomado la decisión de abandonarlo todo antes, subirse a un barco e ir a por lo que estaba buscando. Pero ¿qué buscaba Mäeve? Una mano sincera, alguien que no pasase el tiempo con ella solo porque otro más se lo ordenó. A su familia, de la que no sabía absolutamente nada salvo por un viejo estandarte y una espada que no podía levantar, quizá. ¿Salir a buscarse a si misma? Para nada.


La idea siempre le había parecido de un egoísmo digno de las princesas de cuentos, esas que usan largos vestidos y siempre van acompañadas de un animal, que cantan a la menor provocación y se enamoran después de pasar un día en compañía de un total desconocido.


Muy bien, muy bien, Mäeve si que usaba largos y elegantes vestidos; y si, Scátach, su cuervo familiar, la acompañaba a cualquier lugar que fuera; y bueno, había recibido educación musical formal a cargo de maestros e institutrices que no toleraban visitar la casona por periodos muy prolongados. Pero había algo que Mäeve sabía muy bien, y eso es que definitivamente ella no era una princesa…¿cierto?


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